Hace un par de días una de mis mejores amigas hizo un comentario sobre lo intensa que puedo llegar a ser... normalmente no me sorprende porque lo soy, pero esta vez sí me afectó y me dio que pensar...
No esta muy bien visto que una señorita sea calificada como "intensa" espanta a muchos, sirve de gracia para otros... pero lo cierto es que yo agradezco mucho ser así.
Soy intensa, no solo porque nací y crecí entre personas muy intensas también, sino sobre todo porque Dios me quiso así... un poquito loca, un poquito arrebatada...
Primero el lado bueno, mi intensidad fue lo que me hizo decidir que si iba a aceptar la fe católica lo iba a ser por completo, sin medias tintas, sin objeciones, todo o nada, como siempre... esa misma intensidad fue la que me hizo ir cada domingo a misa solo porque sabía que debía hacerlo mucho antes de tener un encuentro real con Dios, es la misma intensidad que me mantuvo haciéndolo en medio de la oscuridad y la que espero me mantenga haciéndolo por el resto de mi vida.
La misma intensidad me movió a hacer diariamente oración desde el segundo que encontré a Jesús un año después de haber iniciado el camino de la verdad... lo mismo el año siguiente cuando los tres denarios diarios que hacía se me hicieron muy poco y empecé a hacer el rosario porque si voy a amar al hijo, debía amar a la madre.
Es misma me hizo insistir hasta el hartazgo para ser parte del equipo de confirmación y del coro, la misma me hizo quedarme ahí a pesar de haberme sentido humillada por hacer logística (yo que me creía tan intelectual tenía que barrer, limpiar, ordenar, contar y demás)
Es la intensidad la que hace que mi corazón se sepa tan encendido, es la misma que hizo que en cuanto mi terapeuta me habló unos minutos declarara sin duda que tenía una gran capacidad de amar; esa intensidad es la que hace que ame con el alma...
Ahora lo malo...
Lo primero malo que podría decir sobre la intensidad es que así como se ama se puede odiar o resentir profundamente. Es ahí cuando sé que la intensidad no es algo que simplemente venga de mí, sino que es un regalo de Dios. Pues solo Él pudo hacer que ninguna de esas emociones sean factibles en mí.
No me veo capaz de odiar, a nadie, ni a quien me caiga peor en el mundo (aunque no se me ocurre ningún nombre realmente) ni siquiera a quien ofende al mismo Dios, si no más bien orar profundamente por ellos y rogar por su conversión...admito que me enerva mucho, especialmente si alguien trata de ofender a la Madre de Dios, pero tras un instante de enojo (que realmente se aprecia a mucha distancia) solo queda compasión, amor y oración.
Otra cosa de la que no soy capaz es del resentimiento, por más dolor que alguien me pudiere haber causado el perdón llega en cuestión de minutos o en el peor de los casos unas horas, nunca un día completo... y viniendo de la familia que vengo eso es mínimo un milagro.
Ahora sí, lo malo malo. El dolor. Así como las emociones pueden ser muy fuertes, la alegría, el amor, la compasión, la caridad... el dolor también es muy profundo y singular...
Tal vez tiene que ver con el hecho de que mi sistema neurológico esta siempre en atención ¿Por qué? no sé, siempre ha sido así... a los 26 años me diagnosticaron fibromialgia... que es entre otras cosas una respuesta muy particular al dolor...
Así que tanto el dolor físico como emocional son duros para esta intensa, pero tengo una ventaja muy grande: Jesús en la cruz y en Getsemaní, el primero lleno de dolor físico el segundo sintiéndose casi desolado. Entonces tengo una oportunidad única entre tantas... poder vivir con Jesús su pasión ( y quiera Dios, también su resurrección)
Es parte de lo que yo llamó mi Fast-Pass para la santidad... porque... que más puedo darle a Cristo que vivir con él cada día su pasión y recordar día a día cuanto me ama... al final de todo, el dolor (y la intensidad) son gracia y como tal hay que aprovecharlas.
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